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Foto del escritorAngela Larrubia

El mejor amigo del hombre no es el perro, es el chivo expiatorio.

En una situación complicada ¿Por qué dedicamos nuestros esfuerzos a la “búsqueda de culpables” y no a la “búsqueda de soluciones”? Como diría el Sr. Spock: “Eso no es lógico”.

Oí esta frase más o menos ingeniosa que da título a esta entrada de mi blog hace muchos años, en la radio, al profesor Carlos Rodríguez Braun, reconocido experto en pensamiento y liberalismo económico y tertuliano habitual en la radio. Creo que todos la entendemos bien ¿verdad? Ante una situación complicada, un fallo, un problema, lo primero que solemos hacer es buscar un culpable.


La expresión viene de antiguos rituales de la religión judía, en la que se elegían dos machos cabríos, es decir, dos chivos, por el Día de la Expiación. Uno se sacrificaba a Yahveh y al otro se le “traspasaba” la culpa de todos los pecados de los israelitas, y se abandonaba en el desierto. Y la expresión ha quedado como que el “chivo expiatorio” es aquella cosa o persona a la que achacamos la culpa de lo que quiera que nos suceda.


La expresión viene de antiguos rituales de la religión judía.

¿También os pasa a vosotros? Tanto en el ámbito personal como en el profesional, ante un problema suficientemente importante, nuestra primera tendencia es encontrar un culpable. Y se gasta mucho tiempo y esfuerzo en eso. Incluso más esfuerzo que en buscar las posibles soluciones a esa situación grave. Los políticos, lamentablemente, también dan ejemplos continuos de ello; es la estrategia del “¡Y tú más!” entre unos partidos y otros. Y claro, preferentemente y con frecuencia intentamos que el culpable que buscamos sea otro y no yo.


¿Por qué actuamos así? ¿Por qué dedicamos nuestros esfuerzos (muchas veces más de lo razonable) a la “búsqueda de culpables” y no a la “búsqueda de soluciones”?

Como diría el Sr. Spock: “Eso no es lógico”.


Esa búsqueda de culpables "No es lógica", como diría el Sr. Spock.

Algunos expertos afirman que esto ocurre porque la mente trata siempre de desligarse de los problemas y errores y de sentimientos y sensaciones negativos, y por tanto elude las culpas. Es decir, que cualquier excusa es buena para evitar afrontar la realidad y asumir los errores. Otros expertos comentan también que es debido a inmadurez o falta de responsabilidad.


La mayoría afirma que la causa principal se basa en nuestros patrones de actuación ante situaciones en que se hace patente la falta de control sobre nuestra vida y sus circunstancias. Es decir, el ser humano quiere tener todo bajo su control, de hecho, vivimos con la engañosa ilusión de que lo tenemos, pero a menudo, sobrevienen problemas o cambios, que puede ser más o menos graves, pero que dejan muy claro que tal control realmente no existe.


El motivo de la "búsqueda de culpables" es por la pérdida de control en un momento concreto de lla vida.

Desde una experiencia de pérdida en el ámbito personal a un problema laboral o un contratiempo en la vida profesional, un proyecto que se retrasa o no sale bien, dificultades de pareja o con nuestra familia o amigos, cuestiones económicas, de salud… constantemente experimentamos esa sensación de pérdida de control. Todo ello nos genera angustia, estrés, incertidumbre…. Y en ese momento, para mitigar estás incómodas sensaciones, aparece de nuevo ese patrón automático que nos es tan conocido: “la búsqueda del culpable”… Y si además consigo que el culpable sea otro… ¡Mucho mejor, así mi ego queda impune!


O al contrario, es también habitual que nuestra costumbre sea echarnos el mundo a la espalda y asumir las culpas de todo, ¡incluso aquello que ni nos toca de cerca!, entrando de esta forma en una espiral de autoexigencia y autocrítica que poco tiene que ver con una actitud saludable y compasiva hacia nosotros mismos.


Adicionalmente, la palabra culpa tiene connotaciones negativas, he buscado en la web sinónimos de la palabra culpa y ésto es lo que aparece: “falta, delito, pecado, cargo de conciencia, debilidad”…


La palabra "culpables" tiene connotaciones negativas... Mejor usar "responsable".

Propongo desterrar esta palabra en favor del término “responsabilidad”, en este caso encuentro sinónimos tales como “compromiso, obligación, deber, cometido, tarea, competencia”, incluso “madurez, sensatez, juicio, seriedad”. Todos ellos aportan un punto de vista más positivo y constructivo para encarar la situación. Si somos responsables, y lo asumimos, podemos recuperar parte del control, al menos para reconocer el problema y poner los medios para solucionarlo o evitar que vuelva a suceder de nuevo… ¡sin perder esa preciosa energía buscando culpables!

¿Y cómo hacemos para lidiar con esas tendencias de búsqueda de culpable y/o “autoculpa” constante?


¿Cómo trabajar la culpa? Primero: respira y desahógate.

1.- Lo primero, es necesario respirar, desahogarse y permitir que ese momento negativo y esa “búsqueda de culpable” aflore y se manifieste. En el ámbito profesional yo lo llamo “el minuto de queja”. Es decir, tener un lapso de tiempo en que nos permitamos experimentar la frustración que la situación negativa ha generado, haciéndonos conscientes de nuestras emociones y el torbellino de pensamientos e ideas que aparecen para “aceptar todo ello porque ya está aquí”. Incluso podemos notar nuestra tendencia inmediata de búsqueda de culpables o de autoculpa, es una buena forma de observarnos y conocernos.


2.- Lo segundo, practica la “compasión” y/o “autocompasión”. No me refiero a sentimientos de lástima, conmiseración o autocomplacencia, sino al concepto Mindfulness de la compasión. Es decir, ser conscientes de que nadie es perfecto y, por tanto, todos cometemos errores en más de una ocasión, esto nos ayuda a comprender y comprendernos, a permitir y permitirnos, a estar abierto, sensible y permeable al sufrimiento que nos produce a todos ese problema y el sufrimiento añadido e infructuoso que supone la recriminación y el reparto de culpas. Desde esta actitud amable y comprensiva podemos encontrar una firme motivación para avanzar.


¿Cómo trabajar la culpa? Segundo: practica la compasión.

3.- Lo tercero, tomar perspectiva. Llega el momento de dar un paso atrás y reconsiderar, de forma ahora más sosegada y constructiva, la situación.

¿A qué nadie ha generado la situación a propósito? Si lo hubiéramos previsto, seguro que habríamos actuado de otra manera. Desde luego, no somos adivinos del porvenir.


Ahora toca analizar la situación dejando a un lado las culpabilidades y los sentimientos encontrados que aparecen alrededor. Mirando siempre adelante y volviendo la vista atrás ¡sólo lo justo!, para entender qué sucedió o qué se podría haber hecho de otra forma, para evitar que se repita y encontrar la mejor forma de solucionarlo y reencauzar la situación. ¿Qué podemos ganar con darle vueltas y vueltas? Es sólo una pérdida de tiempo y energía.


¿Cómo trabajar la culpa? Tercero: toma perspectiva. Y cuarto: ¡Ponte en marcha!

4.- Y ahora, ¡ponte en marcha!. Ahora sí. ¡Ahora estás en disposición de trazar tu plan de acción!, de decidir cuál va a ser la mejor respuesta a la situación. Y lo harás de una forma razonada, sosegada y ecuánime. Sin dejarte llevar por la impulsividad del momento. Sustituyendo la reacción automática por una respuesta consciente y proporcionada. ¡Enhorabuena!


Ha sido todo un proceso: En el primer paso has podido hacerte consciente de cómo te has sentido, de cuáles son tus reacciones habituales y automáticas ante esas situaciones adversas, de tus tendencias a la búsqueda de culpables y/o autoculpa que te paralizan y estancan en la situación. En el segundo paso has creado una relación más amable contigo mism@, con los demás y con la propia situación, bajando la (auto)exigencia y culpabilización en favor de la comprensión y la conexión amorosa con nuestra vulnerabilidad. En el tercer paso tomas perspectiva para analizar objetivamente la situación antes de finalmente tomar acción.


Como dice mi cuñado: "La vida siempre tiene un cierto nivel mínimo de problemas, así que lo que hay que hacer es saber gestionarlos".

Nuestra vida está siempre en constante cambio, siempre vamos a tener muchos asuntos y problemas que vienen y van, que al final se arreglan de una forma u otra, o sencillamente pasan y dejan su lugar al siguiente. Como dice mi cuñado, “en la vida siempre tenemos un cierto nivel de problemas, y cuando unos desaparecen, aparecen otros a continuación”. Así es la vida. Lo importante es saber gestionar ese “nivel de problemas”.


Y sobre todo, plantéate que tu actitud cuenta; que ser abierto, positivo y mirar de cara hacia el futuro puede llegar a definir tu vida.


¡Seguimos hablando!



Angela Larrubia Ansón - Mindfulness Vida y Salud

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