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  • Foto del escritorAngela Larrubia

El poder de nuestros pensamientos sobre la felicidad

Quizás, en parte, la felicidad esté en nuestro mano y en cómo gestionamos nuestros propios pensamientos.


¡Por supuesto que no pretendo desvelar el secreto de la felicidad! Llevamos siglos en ello y es difícil que algún día lo solucionemos. Pero sí me gustaría al menos profundizar un poco en algunas cosas que los filósofos y psicólogos más entendidos dicen que podemos hacer para ser más felices, sea lo que sea eso de ser feliz o estar feliz... O quizás, ser menos desdichados.


A menudo echamos la culpa de esa “falta de felicidad” o esa “desdicha crónica” a las tensiones de nuestra vida diaria, la sensación de incertidumbre de estos tiempos, a lo complicado de nuestra civilización tan tecnológica… ¿pero de verdad eso es todo? ¿Realmente cualquier tiempo pasado fue mejor o tendremos que seguir esperando un futuro feliz?


Quizá debamos empezar a plantearnos si parte del problema está mucho más cerca de lo que creemos: ¡no parecemos muy hábiles para hacernos felices a nosotros mismos! ¿Es posible que de alguna forma los seres humanos nos bastemos nosotros solitos para hacernos desgraciados?... ¿y es posible que al descubrirlo encontremos una cura o al menos un inicio de solución?

¿Podría ocurrir que parte del secreto de la felicidad esté en nosotros mismos?

Te contaré una pequeña historia como ejemplo:


Has pasado unas estupendas vacaciones con tu familia: 15 días de descanso, sol y nada de trabajo. Los niños disfrutando en la playa mientras tu pareja y tú dais paseos, tomáis un aperitivo en el chiringuito, cenas con los amigos, siestas reparadoras… y estás ya de vuelta, yendo al aeropuerto, encantada de cómo ha ido todo y relajada, canturreando mientras cierras las maletas “me siento como nueva, la verdad, ha merecido la pena

Aquí va una pequeña historia ejemplo de "muchas posibles desgracias"... que nunca sucedieron.

…15 minutos después miras el reloj, el taxista se retrasa y aunque sabes que aún hay tiempo, comienzas a impacientarte “esto no puede ser, perderemos el vuelo seguro, ya empiezan las carreras, ¡que poco ha durado!”. Por fin embarcáis y hay unas pequeñas turbulenciassi sigue así me voy a marear, no es la primera vez, verás que lío voy a montar”; además, el asiento es un poco incómodo y los pasajeros de al lado no paran de hablar en un tono demasiado alto !Uf! podían hablar más bajo, ¡qué plastas!. Y con este asiento tan duro, voy a llegar agotada, teníamos que haber vuelto en coche. Encima, mañana tengo reunión con el cliente y no podré dormir con el dolor de espalda. Meteré la pata, seguro.”; el aire acondicionado parece un poco fuerte “mi hijo se va a acatarrar seguro, creo que ya le oigo toser


…Al llegar al aeropuerto una maleta no acaba de salir” ¡seguro que la han perdido! He sido una descuidada por no poner etiqueta y Miguel montará un lio por perder sus cosas”…


La historia puede seguir en esta línea… pero no has perdido el avión, no te has mareado, no te duele la espalda, tu hijo no se ha acatarrado, la reunión con el cliente ha ido la mar de bien y la maleta solo ha tardado un poco, nada más.


Eso sí, has sido “realmente desdichadaesa última tarde de vacaciones, desdibujando todo lo bueno que has pasado, junto con una buena cantidad de cortisol, adrenalina, y toda la hiperactivación fisiológica y el desgaste físico y emocional correspondiente a un auténtico peligro ¡que nunca estuvo ahí!

En muchas ocasiones lo que nos hace sufrir no es lo que nos pasa... sino lo que pensamos que nos pasa.

Creo que muchas veces, lo que nos altera o nos hace sufrir, no es tanto lo que pasa, sino lo que pensamos sobre lo que pasa, todo el diálogo interno y la historia que montamos alrededor. Y lo gordo es que, si lo piensas despacio y con perspectiva, la mayoría de las veces no tiene sentido.


Y no es cosa de la complejidad actual: hace ya más de 2500 años Buda decía: “Ni tus peores enemigos pueden hacerte tanto daño como tus propios pensamientos”

Te propongo trabajar un poco en ello, bajar el ritmo, parar y respirar en esos momentos de alta (y negativa) activación para caer en la cuenta de esos pensamientos y confrontarlos de forma serena y ecuánime con la realidad.


Probablemente descubrirás patrones de pensamiento, formas habituales de funcionar en las que tu propia mente te boicotea de mil modos, exigiéndote más, buscando culpables, desconfiando de ti mismo, dudando sin fin, anclándose en temas pasados, proyectándose a problemas futuros probables o no… Ya solo caer en la cuenta de esto, es un gran avance, y quizá puedas comenzar a trabajar con alguna de ellas, empezando por lo sencillo, y cambiar poco a poco algunas cosas.

Buda hace 2500 años: "Ni tus peores enemigos pueden hacerte tanto daño como tus propios pensamientos."

Yo estoy en ello, aunque, desde luego, no es fácil. Pero creo que merece la pena el esfuerzo, así quizá en unos años no digamos como Michel de Montaigne: “Mi vida ha estado llena de desgracias la mayoría de las cuales nunca ha sucedido.


Sino más bien: “mi vida ha estado llena de cosas estupendas de las que he disfrutado profundamente”… y eso seguro que cambiará el color de nuestra vida.


¿Vamos a ello?, Ya me contarás. ¡Un abrazo y seguimos hablando!


Angela Larrubia Ansón - Mindfulness Vida y Salud

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